jueves, 16 de octubre de 2014

¿Hacia dónde camina la Justicia?






La pregunta que sirve de título a este artículo no es baladí cuando miramos alrededor y vemos por doquier los tremendos agravios comparativos que la aplicación de la Justicia produce entre quienes están inmersos en un procedimiento judicial.

Viene esto a colación por los recientes casos judiciales que han saltado a la luz pública estos últimos días: el del organizador de la fiesta en Madrid Arena y el de la sindicalista que –al parecer, aún no está probado- rompió la luna de un autobús. En el primer caso, Miguel Ángel Flores fuerza una situación que se descontrola y produce cinco fallecimientos, por intereses meramente espurios, en Madrid; le piden cuatro años de prisión. La sindicalista Katiana Vicens, en Baleares, ejerciendo un derecho constitucional –el de huelga- le rompe la luna delantera a un autobús; pide el fiscal para ella cuatro años y medio de prisión. Algo desmesurado y tremendamente desproporcionado comparativamente hablando. Romper un cristal está más penado que ser culpable de cinco fallecimientos: kafkiano.

Por otro lado alguien que se aprovecha de una circunstancia favorable para llevarse dinero de una caja de ahorros, cuyo rescate estamos pagando todos, dice que eso no lo contempla como delito el código ético de la CEOE, me refiero a su vicepresidente Arturo Fernández, curiosamente aplaudido por sus colegas, que le piden que no se vaya, es decir, que actuó correctamente, como corresponde a un empresario. Cabe recordar aquí al Sr. Fernández y a sus socios que los delitos están tipificados única y exclusivamente en el Código Penal vigente y que el art. 6.1. del Código Civil dice textualmenteLa ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento.” Pues aplíquense el cuento, señores.

Todo esto, y un sinfín de casos más, hacen que el ciudadano se aleje y no crea ni en la Justicia ni en las Instituciones. Es necesaria una regeneración total e integral, que no se quede en mera palabrería, que no sean beneficiados los mismos de siempre, esos a los que no alcanza la Justicia porque pueden confiarse a un experto –y caro- equipo de juristas que le buscan el portillo por donde salir, ya sea la prescripción, ya sea la ausencia de intencionalidad, ya sea la ignorancia (bendita y recurrente palabra), ya sea el bien de los españoles… El tufillo se convierte en hedor y lo peor es que, después de tantos y tantos casos, la pituitaria se acostumbra y termina por pasar desapercibida esa pestilencia, es decir, se ve con normalidad la corrupción. Posiblemente se trate de eso y que sea eso lo que persigan.

Diego de la Cruz Martínez López
Área de Comunicación de IU de Úbeda